DISCURSO DE GRADO PROMOCIÓN 2023
Señora Luz Daifenis Arango, Directora Local de Educación, Señores Coordinadores, Alejandro Cortés, Román Gómez y Luis Alejandro Ramírez, Directores de Grado Once, Patricia Velasco, José Antonio Borráez, Tomás Hurtado, Señora Secretaria Académica, Mayid Salazar, respetadas maestras y maestros, jóvenes graduandos promoción 2023, señoras y señores:
Inicio apuntando que este discurso ha tenido varias modificaciones con el paso del tiempo y con los inesperados acontecimientos que lo han acompañado.
Empezaremos por ofrecer un homenaje póstumo a los seres queridos y muy cercanos que han perdido algunos estudiantes de esta promoción y maestros del colegio, durante el año que cerramos. Por esas madres, padres y abuelas que hoy no están con nosotros celebrando esta meta significativa para quienes han sido convocados, solicito ponerse de pie y ofrecer un respetuoso minuto de silencio.
Somos lo que nuestras madres y padres han querido cultivar con su entrega y amor siempre presentes.
Es necesario, también recoger los logros de quienes durante un año destacado, nos pusieron en el pódium de los ganadores. Aplaudimos que estudiantes de cuarto nos llenaron de júbilo, conquistando la medalla de oro en las Olimpiadas STEM del Distrito. Celebramos El proyecto PRAE que nos hizo destacar en la localidad, a través de acciones de reciclaje, reuniendo tapas para apoyar a niños con cáncer. Reconocemos que 22 de estos graduandos obtuvieron resultados superiores a 300 puntos en las Pruebas Saber 11, mejorando el desempeño del Colegio. Destacamos los logros individuales en deportes e inglés. Volvemos a celebrar lo que hacen niños, niñas y adolescentes en el proyecto de la OFB, esto como un logro colectivo que nos destaca en la ciudad.
Hoy estamos convocados a celebrar los logros de 82 estudiantes que llegaron a este momento, pero que nos hacen pensar en qué ha pasado con quienes no están aquí.
Ocho de nuestros aspirantes al grado no lograron alcanzar este objetivo para estar aquí en esta fecha y, con la frustración propia de este equipo que debía traerlos, me permito centrar la reflexión en un hecho interno que muestra cómo es el comportamiento del colombiano promedio y cómo construimos nuestras metas dejando de lado los principios y valores..
Vale la pena resaltar que el proyecto de grado, aprobado por estos jóvenes que se encuentran en la ceremonia, es un requisito que se construye en dos años, a través del trabajo de un problema local que exploran y dan solución armando un prototipo. Trabajo que, desarrollado con RIGOR, dedicación, disciplina y compromiso es una práctica cercana a lo que vivirán en la educación superior. De ahí su valor: es el camino expedito para medir el potencial de los jóvenes con su trabajo en equipo.
Más allá de cumplir con uno u otro requisito, lo importante es pensar qué representa ese requisito, por qué lo exige el colegio, cómo y cuándo se cumple con el mismo y qué aprendemos al llevarlo a feliz término.
Resulta doloroso y poco esperanzador, saber que algunos de nuestros estudiantes buscaban llegar a este momento haciendo lo mínimo, valiéndose de la idiosincrasia de la ley del menor esfuerzo y de la intención de viajar en canoa, pero esperando que otros remen porque “¿si alguien más lo hace por mí, por qué he de afanarme en hacerlo yo?”
Cuando trabajo lo mínimo, hago lo mínimo, alcanzo lo mínimo estoy promoviendo la mediocridad. ¿¿Cuál es el valor del avance si me paro en lo mínimo? ¿ Dónde queda el esfuerzo generoso por mejorar mi paso por la vida? ¿En dónde queda la trascendencia que intenta construir el colegio? Claro, debo reconocer que hacer lo mínimo da comodidad y nos permite estar ahí sin más mérito que lo que ofrece un 3,o o un nivel básico en el logro.
Pero no es lo único que hemos vivido en estos últimos meses. También se ha hecho evidente la premisa del “todo vale”. Vale copiar en un examen porque la finalidad es obtener la nota aprobatoria, vale lanzar improperios o groserías cuando alguien no hace lo que yo quiero, vale que solamente algunos trabajen pero que todos aprueben, vale que llegue tarde pues tienen que dejarme entrar y adelantarme por llegar tarde, vale quitarle al otro lo que tiene porque alguien lo desea, vale imponer la fuerza cuando la razón no ha transitado. Y como estas, muchas otras situaciones en las que todo vale.
Si por obtener un título, asistir a una ceremonia o participar de una fiesta podemos mentir, hacer fraude, culpar a otros por lo que es nuestra responsabilidad, manipular la información de manera mal intencionada o imponer nuestras razones unilateralmente, ¿no estamos actuando dentro de la corrupción que tanto deploramos? ¿No es esto lo mismo que ocurre en las grandes esferas estatales?
Estudiantes que llegan a no hacer nada como congresistas que no van a trabajar; niños y jóvenes que llegan a llevárselas pertenencias de otros o a destruir los bienes públicos, que son de todos, como funcionarios que buscan su beneficio personal apelando a los recursos públicos.
Estudiantes que no asumen las consecuencias de sus actos y deciden buscar el vacío en la norma para salirse con la suya, como funcionarios sindicados de delitos que están siempre buscando evadir la justicia.
Familias enteras apoyando la corrupción como familias enteras en los colegios apoyando que los estudiantes se tomen la justicia por sus manos.
¿Estamos viviendo en el colegio lo que pasa en la sociedad? Si, así es. La carencia de principios o mejor, el cambio de principios en algunas de las familias se ha ido extendiendo: Ahora no buscamos la honradez, nos paramos en la justificación: "Si dio papaya..." No trabajamos la sinceridad, hay que salir del paso diciendo alguna mentira. Descuidamos la responsabilidad diciendo: "Hágalo de cualquier manera y si la profesora dice algo, yo voy y le reclamo porque se la tiene montada..." La puntualidad... desaparece, es que el niño tiene derecho de que lo dejen entrar al colegio así sea bien tarde. El respeto tiende a extinguirse: "Usted no se deje. Si le dicen dos, usted dice cuatro" y así, sucesivamente. La solidaridad está presente cuando de hacer lo menos posible se trata. Todos a una voz piden cambio de fecha de la entrega de un trabajo, mienten unos por otros y son fieles amigos para taparse sus malas jugadas. Mostramos solidaridad para no hacer o para destruir, nunca hay muestras de solidaridad para hacer más o para construir. No hay gestos de generosidad, siempre pedimos algo a cambio.
El cambio de principios ha traído sus bemoles: Queremos dialogar y ser escuchados, lo que significa que otros hagan lo que queremos. Nos escuchan cuando hacen lo que pedimos. Buscamos otras formas de justicia escolar, pero olvidamos rápidamente los compromisos y la necesidad de cambio desaparece como llegó y volvemos a repetir aquello que habíamos asegurado que no volvería a ocurrir. Tenemos interacciones más rápidas, cargadas de superficialidad y siempre mediadas por el celular, cuya potencia está en que la internet no tiene reglas y todo se vale y se puede.
Tenemos una juventud más empoderada, pero su fuerza se centra en el consumismo y en la solución rápida a sus problemas como un slogan de éxito. Se impone la ley de la comodidad y la solución sin principios; necesitamos plata, no importa cómo obtenerla ni que “bisness hagamos.”
Jóvenes graduandos, ustedes salen a vivir ese mundo lejano del colegio con toda la intensidad que da su espíritu lleno de vida. Deseo que todos ustedes logren llegar lejos y que puedan poner a prueba los principios que sus familias han intentado sellarles.
Espero que esta reflexión no se quede en esta sala, deseo que puedan conversarla entre ustedes y con sus familias, como nosotros lo conversaremos entre maestros porque hoy más que nunca necesitamos trabajar en equipo y poner sobre la mesa esos principios que nos unen como transformadores de sociedad. No nos hace feliz saber que pudimos hacer más, pero no encontramos la manera de hacerlo con algunos de ustedes.
Si somos responsables de estos logros que nos enorgullecen también somos responsables de lo que no nos hace brillar. Por eso, exhorto a estos jóvenes graduandos a hacer lo que haya que hacer por detener la corrupción que nos avergüenza en cada espacio de la sociedad. En sus manos está la construcción de un país más digno, justo y honesto.
Deseo que piensen en estas elucubraciones de una rectora afectada por la desilusión que vivió en el cierre de año.
Deseo que sus principios sean también sus finales porque una sociedad sin principios es muy parecida a una jauría de hienas hambrientas y eso, solamente, nos traerá más desolación, más destrucción.
Muchas gracias
Zoraya Flórez Álvarez